Se desvanece la ciudad en fiestas.
Volvemos a casa sobre nuestros lentos
pasos
de rutina.
Sacamos las llaves.
Abrimos las puertas del nuevo año:
-el que de verdad comienza ahora y no enero-.
Nos sacudimos las excusas,
los «mañana será otro día»…
Mañana ya es hoy.
Y ahora todo es «ahora» y en la hora.
Se desvanece la ciudad en fiestas.
Y mientras se apagan las bombillas,
las miradas,
las canciones,
aprendemos de nuevo a caminar
al ritmo arrugado de las hojas secas.